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«Tengo que levantarme».
Eso pensé, pero no podía mover mi cuerpo libremente. Siempre que intentaba levantarme, la sábana que envolvía mi cuerpo bloqueaba mi movimiento como una cadena. Terminaba retorciendome pero no podía levantarme. De repente, me pregunté:
‘¿Por qué tengo que levantarme?’
De repente todo fue en vano. ¿Por qué debería intentar levantarme? ¿Habrá alguna diferencia cuando me levante? ¿Qué voy a hacer cuando me levante? ¿Mis acciones van a hacer alguna diferencia?
Mi cuerpo que se retorcía dejó de moverse. Pensé que sería mejor no moverme. Haga lo que haga, al final todo será un desastre. Al final, pensé que fluiría en una dirección que no quería que alguien me dijera.
¿No sería mejor no hacer nada si nada va a cambiar? ¿Cómo podría evitar un destino establecido?
«Quiero morirme».
Por primera vez, después de despertar en este mundo, volví a pensar en la muerte. Muerte que ni siquiera me atrevía a recordar. Desde que asumí la identidad de Yvelina, experimenté momentos en los que tuve que estar nerviosa una y otra vez.
Cuando escuché a los sacerdotes decir que Yvelina era diferente de antes, temí que descubrieran que yo no era Yvelina, y cuando vi que el contenido del libro no cambiaba, temí que el futuro que conocía se acercara.
Sin embargo, ese miedo no era más que una pequeña emoción frente a la muerte. No quería volverlo a experimentar nunca más porque todavía recordaba lo horrible que se sentía morir. Sabía que al estar viva, lo tendría que enfrentar de nuevo algún día.
Pero no ahora.
Esta experiencia me recordó las cosas que tendría que afrontar de nuevo. Mientras esta marca existiera, volvería a perder la razón en cualquier momento y me aferraría a los demás y suplicaría de una forma que no quiero volver a ver.
¿Debería vivir así por el resto de mi vida? En el momento que lo pensé, agarré la sábana sin darme cuenta.
«No quiero…»
Solo lo experimenté una vez y supe que se sentía la miseria. Me temblaban las manos al pensar que esto sucedería dos, tres veces o incluso más en el futuro.
«Quiero morirme».
En el momento en que volví a considerar la muerte, recordé lo que había visto en la conciencia de Yvelina.
«¿Por qué no puedo morirme?»
Yvelina, quien lo dijo, tenía un fragmento de jarrón roto en la mano.
También me acordé de lo que sabía de la Santa. La Santa no puede morir ni matar a nadie. Entonces no puedo morir. Porque ahora mismo estoy en el cuerpo de Yvelina. Aunque nadie la reconoce ni la respeta, ella sigue siendo una Santa.
No pude levantar el rostro y me hice un ovillo en el suelo. Un patrón a árboles viejos y ásperos estaba impreso debajo de la sábana.
‘me gustaría poder desaparecer así’.
Quería ser un pequeño patrón en el suelo como este. Entonces, ¡cómo desearía no hacer nada, no pensar y alejarme de cualquier cosa! Estaba cansada. Quería detener todo.
En este momento, quiero renunciar a todo.
De todos modos, la gente de mi mundo ya me habría olvidado. No hay nadie en es mundo recordaría mi existencia, excepto mis padres, los médicos y las enfermeras que verificaron mecánicamente la tabla que contenía mi nombre.
Lo mismo pasaría en este lugar. Puede que mucha gente recuerde a Yvelina, la Santa, pero nadie me recordaría a mí, la persona que un día comenzó a vivir como Yvelina.
Entonces podría desaparecer de este mundo, como el polvo, sin dejar ningún rastro atrás.
Incluso cuando estaba pensando, en un rincón de mi cabeza recordé lo que tenía que hacer. Tengo que levantarme, vestirme y salir de aquí rápidamente. Si vuelvo a mi casa lo antes posible no incomodare a Latban. No quería incomodarlo. Me temo que si desaparezco en este momento, seguiría siendo una molestia en su memoria.
Tenía que moverme, pero seguí llorando. ‘Tengo que darme prisa. Realmente tengo que hacerlo. Date prisa y cámbiate…’
“¡……!”
Entonces de repente escuché un sonido. Cuando levanté la cabeza con sorpresa, pude ver el rostro de Latban, que estaba rígido al verme llorar. Todavía no me miró directamente. Su aparición me hizo llorar aún más.
‘ ¿Por qué vienes cuando odias tanto verme?’
«Por favor déjame».
Latban se quedó quieto como si no pudiera escucharme. ¿Mi voz cuando estaba llorando sonaba como un murmullo? Así que intenté hablar más duro, a pesar de que sentía un nudo en la garganta, y le dije de nuevo:
«Por favor déjame».
Esta vez lo dije con seguridad. Esperando a que me volviera a dejar sola, miré hacia donde estaba la ropa que trajo. Sin embargo, contrario a mis pensamientos de que Latban se fuera, él me sostuvo en sus brazos.
«No puedo hacer eso».
“…….”
Por un momento, no entendí el significado de sus palabras, así que lo miré. Antes de darme cuenta, Latban me estaba mirando fijamente. Y me dijo otra vez.
«Yo… no puedo dejarte»
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Perspectiva de Latban
No puedo dejarte.
Sostuve con más fuerza a la Santa en mis brazos. Luego giré la cabeza con cuidado y la miró detalladamente.
Su cabello dorado mojado cubría su piel blanca y suave. Sus hombros estrechos y redondos temblaban, al intentar contener desesperadamente sus lágrimas. Ella todavía intentaba salir de mis brazos. Al verla así, sentí un fuerte dolor en el fondo de mi corazón.
Su lucha por escapar, la hacía lucir como una pequeña bestia herida que quería huir de lo que la aterrorizaba. Y aunque se encontraba en este estado, yo sabía que no podía darle la estabilidad que necesitaba la Santa.
El Comandante de los Caballeros del Templo es un ser que existe para proteger a la santa.
Numerosos Caballeros de todos los tiempos han realizado bien esta misión. Sin embargo, a medida que el poder de la Santa se hizo más fuerte y el Gran Templo creció, la misión del Comandante de los Caballeros fue principalmente someter el poder mágico en nombre de la Santa. Aun así, el más importante de los deberes del Comandante de los Caballeros seguía siendo la protección de la Santa.
Y yo sabía que no había cumplido con mis obligaciones.
Entonces, ¿debería dejar el lado de la Santa?
‘¡No!’
Mi instinto lo rechazó firmemente. Pensé que si envíaba a la Santa como estaba ahora, no podría volver a verla.
En el momento en que pensé que no podría volver a verla, sentí un miedo que nunca antes había experimentado. No, la palabra miedo no alcanzaba a describir lo que estaba sintiendo.
Ha estado lidiando con cientos o miles de Caballeros. Gracias a esto, había experimentado innumerables veces el temor a la muerte. Seguí
luchando contra el miedo incluso cuando una garra me de un demonio entró en contacto con mi cuello y me comenzó a pudrir todo el cuerpo. Y cuando un demonio del tamaño de una casa me golpeó el pie sin piedad.
Pero ahora que no estoy enfrentando ninguna amenaza de vida o muerte, he estado temblando al pensar que una persona solamente se va a ir de mi casa hacia otro lugar del Templo. Por eso, abracé a la Santa en mis brazos con más desesperación.
La Santa era un ser tan grandioso que no podía saber exactamente qué hacer. Pero ahora puedo decirlo. Quería que la Santa no tuviera miedo y no temblara en mis brazos.
Quería ser un muro para evitar que estuviera expuesta a la lluvia y el viento. Quería ser una hoguera que pudiera derretir su cuerpo húmedo y tembloroso.
Por primera vez desde que me convirtí en el Comandante de los Caballeros, sabía claramente lo que quería.
Mientras tanto, los movimientos de la Santa se detuvieron. Ella parecía haber notado que no la soltaría. Entonces la Santa me preguntó:
«¿Por qué no lo hiciste?»
Por un momento no pude responderle porque no entendí a qué se refería. Entonces la Santa volvió a hablarme.
«… ¿me veo tan fea?»
“¡……!”
Solo entonces supe el tema del que estaba hablando la Santa.
La Santa preciso me hizo la pregunta que me resultaba más difícil de responder. Ella me estaba preguntado por qué no la abracé cuando ella estaba enfrentando la lujuria en la sala de juntas.
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