
Como un hombre, su cuello fuerte, sus clavĂculas claras y sus hombros y pecho dignos quedaron expuestos.
Los ojos de Claudia estaban clavados en su hermoso cuerpo, como la estatua de un joven de la mitologĂa griega.
Un vientre agrietado con fuertes mĂşsculos abdominales y un genital ardiente que respira entre las piernas.
«Vaya.»
Al ver el deseo del hombre tan reacio, gritĂł involuntariamente.
Al ver los genitales fuertes y dignos del hombre por primera vez, Claudia de repente sintiĂł una oleada de miedo. Involuntariamente bajĂł los ojos y girĂł la cabeza.
Cesare entrecerrĂł los ojos ante la inocente reacciĂłn.
“No tengas miedo. Lo haré amablemente”.
Su corazĂłn latĂa rápido y le costaba respirar. Claudia temblĂł y cerrĂł los ojos con fuerza.
No pasĂł mucho tiempo antes de que Cesare se santiguara.
Cuando abriĂł los ojos vacilante ante el peso y el calor del hombre, su rostro bien cuidado sonreĂa tristemente frente a mĂ.
“Te amo Claudia”.
Su corazĂłn latiĂł con fuerza ante la encantadora voz.
Los suaves labios del hombre le dieron un beso punzante.
«eh… después… … .”
El solo beso derritiĂł las profundidades de su cuerpo.
Mientras se frotaban suavemente los labios, el miedo y la tensiĂłn de la primera noche se disiparon gradualmente.
«Ahh… Aang, sĂ”.
Sus labios se separaron como si pidieran más ante el toque de su lengua húmeda frotando sus labios.
Quizás porque ya conocĂan la sensualidad de un beso profundo, en el momento en que sus lenguas se tocaron, una ardiente excitaciĂłn llenĂł todo su cuerpo.
“SĂ, eh, ja, eh… eh.»
Entrelazó su lengua y chupó con fuerza. Pronto una extraña sensación palpitante se extendió por la parte inferior de su abdomen, y los pétalos se movieron y derramaron un sensual néctar.
«Detente… ah.»
Su cuerpo temblaba con la alegrĂa de besar, que era más profunda que el miedo a perder su virginidad. Las arrugas de la parte secreta murmuraron lascivamente.
«Te has vuelto muy buena besando».
Miró con cariño a Claudia, quien le sacó la lengua en respuesta.
Entregándose a los besos, lentamente comenzó a acariciar los pechos de Claudia con sus grandes manos.
“Ah, ah, sĂ, ja, ja… eh.»
Acariciándola suavemente, pellizcĂł los pezones reunidos en la punta con sus largos dedos y los frotĂł con fuerza. La parte inferior del abdomen latĂa dulcemente. Claudia dejĂł escapar un sonido sexy mezclado con un suspiro a travĂ©s del espacio entre sus labios.
“SĂ, oh, detente… Ja, oh, oh”.
Sus delicados dedos extrajeron el placer sensual de sus pezones. Los pĂ©talos se mojaron. GirĂł tanto su cuerpo que no podĂa quedarse quieta.
De repente, le retorciĂł el pezĂłn con fuerza.
«SĂ, sĂ, sĂ».
Ante el doloroso pero dulce latido, Claudia lo alcanzĂł ligeramente y sacudiĂł su espalda.
Un grito ahogado fue absorbido por el beso. Para aliviar su arrepentimiento, ella misma le dio un beso profundo.
Su cabeza ya estaba aturdida por la lujuriosa sensualidad. Las arrugas hĂşmedas se retorcĂan ansiosamente, atormentando a Claudia.
«Ah… Ah, Cesare… … .”
La saliva fluyĂł por el borde de su boca. Claudia mirĂł a Cesare con ojos lujuriosos y hĂşmedos.
SonriĂł un poco sádicamente y besĂł la esbelta barbilla, la esbelta nuca y la recta clavĂcula.
En poco tiempo, besó su pecho innumerables veces, sosteniendo el pezón palpitante en su boca y succionandolo. Un éxtasis de placer se extendió por todo su cuerpo y le dio la espalda.
«Ah, ah, no, ah».
Su espalda temblĂł.
Cesare se turnĂł para sostener ambos pezones en la boca, los chupĂł con fuerza y los lamiĂł pegajosos con la lengua, haciendo que Claudia sintiera placer libremente.
“No, oh, ahora, no… Ah ah.»
DejĂł escapar un grito que le recordĂł un placer incontrolable.
La tensiĂłn y el miedo que sintiĂł hace un momento se convirtieron en emociĂłn y placer como si se hubieran revertido.
«Lindo. ―La piel blanca que siente placer se tiñe de rosa. Es muy erótico y lascivo, asà que estoy excitado”.
Cesare, que disfrutaba de la reacciĂłn de Claudia, continuĂł besando su pecho.
Mientras su lengua se arrastraba desde su costado hasta el hueco de mi ombligo, un escalofrĂo se extendiĂł por todo su cuerpo y sintiĂł un estremecimiento de placer.
“Oh, detente, no lamas esos lugares… … .”
«Ah, ¿lo sientes con tu lindo ombligo?»
Cesare dijo con voz emocionada como si hubiera descubierto una nueva vena, luego lamiĂł la sustancia pegajosa alrededor de su ombligo.
«Oye, ah, detente, se me pone la piel de gallina, lo odio».
Cuando lo lamiĂł, brotĂł un placer que parecĂa transmitirse directamente a su Ăştero. SintiĂł como si su abdomen inferior estuviera a punto de derretirse.
Los pezones que ni siquiera habĂan sido tocados por la estimulaciĂłn poco a poco sobresalieron y palpitaron nerviosamente.
“No, detente, no puedo soportarlo… Para ahora.»
Cada vez que le lamĂa el ombligo, su espalda se levantaba bruscamente. SĂłlo sollozĂł y llorĂł con una dulce voz.
Nunca hubiera imaginado que un Ăłrgano del cuerpo tan insignificante como el ombligo se convertirĂa en una zona erĂłgena tan lasciva.
Cuando la mano de Cesare lo tocĂł, sintiĂł placer en varias partes de su cuerpo de las que no habĂa sido particularmente consciente antes, y quedĂł acorralada.
“Je, ah, ah, detente, otra vez… Ah, otra vez… … .”
ClĂmax superficiales e intermitentes se produjeron repetidamente. Claudia jadeĂł y luchĂł.
Pero Cesare no tocó ni un dedo el pétalo más importante. Llamas incontrolables ardieron y la cueva tembló nerviosamente. Se frotó los muslos y trató de calmarse.
«Tus pétalos huelen muy eróticos».
Cesare, que habĂa estado lamiĂ©ndole el ombligo, dijo con rencor.
Su lengua pronto se moviĂł desde la parte inferior de su abdomen hasta entre sus muslos.
«¿Vaya? no puedo ir allÅ … .”
Se estremeciĂł ante la anticipaciĂłn de lamer sus partes Ăntimas como la habĂa acariciado muchas veces antes.
Al mismo tiempo, se extendieron expectativas obscenas y los botones florales se estremecieron y contrajeron repetidamente.
Pero Cesare sĂłlo lamiĂł lentamente el interior de su muslo. Sus labios tocaron sus rodillas y pantorrillas.
«ah… Âżeh? No… … .”
Claudia, que habĂa estado conteniendo la respiraciĂłn anticipando una estimulaciĂłn intensa, sin saberlo expresĂł su insatisfacciĂłn con una voz dulce. La sangre le subiĂł al lĂłbulo de la oreja por la vergĂĽenza.
“Vaya, Âżpor quĂ© es eso? ÂżQuerĂas que lo lamiera?”
Cesare, que levantĂł la cabeza entre las piernas, examinĂł la expresiĂłn de Claudia.
La expresiĂłn feliz de su rostro era de resentimiento.
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