
”Ding!
Se ha actualizado el estado de Siger.
”Ding!
Pasión por el éxito: 10%
”Ding!
Pasión por el éxito: 24%
”Ding!
Pasión por el éxito 68%
”Ding!
Pasión por el éxito 100%
”Ding!
El estatus de Siger es ahora permanente.
Ā«Pero quĆ©…Ā» Arielle murmuró, desconcertada. HacĆa tiempo que no hacĆa nada, Āæpor quĆ©? ĀæEra sólo por enviarle a ese torneo? ĀæDe verdad?
«Alteza, ¿ve algo?», preguntó Ausen.
Arielle no contestó. Sin embargo, Ausen se habĆa acostumbrado a esta reacción, asĆ que no le molestó especialmente. Ā«Necesito salirĀ».
«¿Me preparo para dar un paseo por el palacio, Alteza?».
Ā«No.Ā» Arielle miró por la ventana. Ā«He estado encarcelado por mucho tiempo ya. EstarĆa desperdiciando todos mis esfuerzos si no obtuviera algĆŗn beneficio del Emperador en un momento como Ć©ste, Āæno crees?Ā».
«¿Eh? Oh, sĆ, Su Alteza.Ā»
Arielle se arrepintió de haber enviado a Siger. Ella no sabĆa cuĆ”l era su relación con la Princesa, pero Siger tenĆa que ser suyo. Ella no querĆa que se lo llevaran. Ćl era el primer hombre que ella realmente habĆa querido aquĆ.
«Su Alteza, los resultados del torneo han llegado», un guardia llamó a la puerta.
«Escuchémoslos».
El guardia entró y se arrodilló frente a Arielle.
«¿Quién ganó?»
«Sir Siger, Su Alteza».
Por supuesto, eso explicaba su pasión por el Ć©xito… Entonces no era tan sorprendente, pero Āæpor quĆ© todo resultaba tan inesperado? Arielle no podĆa evitar que las dudas brotaran en su mente.
Si no lo habĆa hecho ella, ĀæquiĆ©n lo habĆa hecho?
¿Quién?
***
Esa noche, Siger fue al palacio de la Princesa.
El palacio de la Princesa Elvia.
La Ćŗltima vez que habĆa estado allĆ, habĆa jurado por su propia vida no volver nunca mĆ”s. Se sentĆa extraƱo estar caminando de regreso, a este lugar, en sus propios pies. Se sentĆa aliviado, pero al mismo tiempo un poco enfermo. Pero, sobre todo, estaba nervioso, imaginando que ella estaba allĆ, detrĆ”s de la puerta. DespuĆ©s de conducirle hasta la puerta de la alcoba de la Princesa, el criado se volvió para hacerle algunas advertencias.
«Asegúrate de no hacer contacto visual cuando entres».
«¿Perdón?»
Ā«Es la etiqueta mĆ”s bĆ”sica. Sólo levanta la cabeza cuando ella hable…Ā»
«¿Cree que es la primera vez que vengo?». interrumpió Siger con la mirada.
Tras lanzarle una mirada amarga, el criado se inclinó de mala gana y dijo: «Por supuesto, señor».
Siger respiró hondo.
Ā«Su Alteza, Sir Siger estĆ” aquĆĀ».
Un momento después, Siger oyó una voz familiar desde el interior.
«Hazle pasar».
***
Realmente estaba aquĆ. HabĆa estado aferrado a un libro, sin saber cómo pasar el tiempo mientras esperaba, y subrepticiamente lo dejĆ© para saludarlo.
«Alteza». Siger se arrodilló ante mà para presentarme sus respetos.
«Puedes levantarte», le dije.
No se movió. Dirigà una mirada a los sirvientes que estaban detrÔs de él para que se marcharan. Ahora estÔbamos los dos solos en la habitación.
Dije, mÔs cómodamente: «Ven y siéntate, por favor».
«No, Alteza».
«¿Vas a quedarte as�»
Ā«SĆ, AltezaĀ».
«Se te va a dormir la pierna».
«No, Alteza.»
«Tan testarudo como siempre», dije con un suspiro, y luego mÔs irritado: «Bien. Haz lo que quieras».
«Gracias, Alteza».
«¿En qué estabas pensando? ¿Cómo has podido decir eso delante del Emperador?».
Ā«Me preguntó quĆ© querĆa… AsĆ que le respondĆ honestamente.Ā»
«Siger.»
Ā«SĆ, Alteza.Ā»
Su cortĆ©s respuesta fue tan inmediata que casi me escuece, aunque era la forma apropiada de dirigirse a mĆ.
«¿AsĆ que lo decĆas en serio, cuando dijiste que querĆas servirme?Ā»
Ā«Usted fue quien me trajo aquĆ, Alteza… Pero no me obligasteĀ».
Su expresión seria se quebró cuando las comisuras de sus labios finalmente se levantaron.
Ā«Usted…Ā» Me interrumpĆ, sin saber adónde querĆa llegar.
«Por favor, sea mÔs comprensivo, Alteza. Ya sabe lo retorcida que puede ser mi personalidad».
«Dilo de un modo que pueda entender».
Ā«Una vez me preguntaste cómo serĆa nuestra relación cuando volviĆ©ramos a encontrarnos en palacioĀ».
Ā«Y tĆŗ… dijiste que odiabas a la PrincesaĀ», dije.
«¿CreĆas que lo decĆa en serio?Ā».
ArruguĆ© la frente y dije: Ā«SĆ© que lo decĆas en serioĀ».
«¿Por qué iba a decirlo?» preguntó Siger.
Estudiando ahora su rostro, empecĆ© a ver lo que no habĆa podido reconocer entonces.
«Llamarme tuya no es tan sencillo».
Tras una pausa, dije lentamente: Ā«TĆŗ… querĆas que intentara ganarme tus atencionesĀ».
Ante mi respuesta, Siger sonrió.
«Bingo».
Ā«Pero…Ā»
Ā«Nada de ‘peros’, Alteza. ĀæNo es natural que desee que luches por mĆ al menos una vez?Ā».
Habló con respeto, pero por alguna razón, sentĆ que me estaba regaƱando. Esto nunca me habĆa pasado antes en mi alcoba, y tenĆa que decir… que no lo odiaba.
Ā«EstĆ” bien, pero…Ā»
Ā«Fue difĆcil para mĆ… buscaros primero, Alteza. DespuĆ©s de todo lo que me ha hechoĀ».
Estaba sacando a relucir el pasado con bastante indiferencia, pero sabĆa que no debĆa ser fĆ”cil para Ć©l decirlo.
Ā«Pero ahora estĆ” bienĀ», dijo amablemente, con una voz tan cariƱosa y tierna que no supe quĆ© pensar. Ā«He dejado de lado mi orgulloĀ», confesó riendo a carcajadas. Y ahora, aquĆ estaba, frente a mĆ. Ā«DĆ©jeme amarle, AltezaĀ».
Sus ojos amarillos se clavaron en mĆ, su mirada atenta e inquebrantable. Era la primera vez que nos mirĆ”bamos asĆ, y no me atrevĆ a apartar la mirada.
«Entonces puedo prometerte que dedicaré toda mi vida a ti».
«Siger.»
Ā«SĆ, AltezaĀ».
AbrĆ la boca, pero no salieron palabras. No estaba segura de si se me permitĆa aceptar esto cuando no habĆa hecho nada por Ć©l. ApretĆ”ndome la falda, dije: Ā«Pero… Yo no luchĆ© por tiĀ».
Ā«Lo hiciste. MĆ”s que suficiente. Eso es lo que me trajo hasta aquĆĀ».
Ahora sabĆa que no se moverĆa, aunque intentara apartarlo. TenĆa que aceptar el hecho de que no volverĆa atrĆ”s.
Siger me tendió la mano y no tuve mÔs remedio que tomarla. Puse mi mano sobre sus dedos gruesos y callosos.
Sin dejar de mirarme, Siger me besó el dorso de la mano, un gesto que simbolizaba respeto y devoción, si no recordaba mal. Se me ocurrió que no debĆa perder la oportunidad de decĆrselo, porque una vez que pasara este momento, nunca tendrĆa otra oportunidad de decirlo.
«Siger.»
Ā«SĆ, AltezaĀ».
DecidĆ no pensar en lo que pasarĆa despuĆ©s. Lo difĆcil fue abrir la boca, pero las palabras salieron con facilidad.
«No soy la Princesa real. Soy una impostora».
Siger hizo una pausa. Cuando volvió a hablar, su voz era Ć”spera y frĆa, la ternura de hace un momento habĆa desaparecido por completo.
«¿Qué mierda es esa?»
«No son gilipolleces».
El ceño de Siger se frunció aún mÔs. «¿Me estÔs dejando?»
«En absoluto».
Preguntó: «Entonces, ¿por qué?».
Ā«Yo tambiĆ©n quiero darte lo mejor de mĆ, y la sinceridad forma parte de elloĀ».
Nadie habĆa dudado asĆ de mĆ cuando dije la verdad, asĆ que no estaba segura de lo que tenĆa que hacer para demostrar mi valĆa. Antes de esto, o bien me habĆan descubierto antes de que pudiera decir nada, o bien me habĆan acosado para que confesara. Dicho esto, supongo que era mucho mĆ”s comprensible que Siger reaccionara asĆ.
Ā«Entonces… Āæno me estĆ”s dejando?Ā»
«No.
En cuanto contestĆ©, Siger se puso en pie y se agarró al respaldo del sofĆ” antes de presionar sus labios contra los mĆos, separĆ”ndose con un suave golpe. Cuando me rodeó la cintura con los brazos y me besó la oreja y la mejilla, lo detuve un momento.
«¿Eso no te importa?».
«¿Qué?
«Que acabo de decirte que no soy la Princesa».
«¿No era una broma?»
Cuando le fulminé con la mirada, Siger me colocó un mechón de pelo detrÔs de la oreja.
«No importa», dijo.
«¿Por qué no?
«Porque te he perdonado».
Perdonado.
«¿Cómo…?Ā»
Ā«Porque eres la Princesa. Eso es lo que eres. AsĆ que estĆ” bien para mĆ. Seas quien seas, seas lo que seas, nada cambiaĀ».
Nuestros labios se encontraron de nuevo. Mientras profundizaba el beso, Siger me levantó y me sentó en su regazo, ocupando ahora por completo el sofĆ”. Cuando su mano se deslizó por debajo de mi camisa y empezó a recorrerme la espalda, sentĆ que sonreĆa ampliamente.
«¿Qué crees que estÔs haciendo? le pregunté.
«Esta noche no me voy a casa».
Mientras su aliento caliente se mezclaba con el mĆo, apretĆ© la frente contra la suya y le preguntĆ© burlonamente: «¿AsĆ es como tratas a tu amo?Ā».
Siger enseñó los dientes mientras me sonreĆa, luego me tumbó en el sofĆ” sin previo aviso y se colocó sobre mĆ, poniendo sus manos a cada lado de mi cara.
Ā«SĆ, siempre soy asĆĀ». SosteniĆ©ndome la mirada, bajó lentamente la cabeza y murmuró suavemente: Ā«Si eso va a ser un problema, entonces no seas mi amoĀ».
«No puedo delatarte ahora, no con tus malos hÔbitos».
La mirada de Siger recorrió cada centĆmetro de mi rostro antes de besarme ligeramente en los labios.
«Estoy de acuerdo».
HabĆamos terminado de hablar. Nuestros besos se volvieron intensos mientras nuestras bocas se abrĆan dejando espacio para que nuestras lenguas se enredaran hasta la raĆz. Los gemidos se escaparon de mi garganta
Cuando me retorcà en el sitio, Siger me levantó los muslos y me rodeó la cintura con las piernas. Me mordió suavemente la barbilla antes de que su boca recorriera mi cuello.
Ā«Mmm…Ā»
SentĆ que sus manos se acercaban a la cremallera de mi pantalón y tirĆ© de su cara hacia mi pecho mientras le besaba la parte superior de la cabeza. Se detuvo de repente, dejĆ”ndome la cremallera a medias, y se quitó la camisa. Luego se enderezó y empezó a quitarse los pantalones. Me recostĆ© en el sofĆ”, observando con interĆ©s cómo tiraba de sus ajustados pantalones con tanta fuerza que creĆ que podrĆan romperse.
No habĆa nada mĆ”s excitante que ver cómo uno de sus musculosos muslos se tensaba y ondulaba al liberarse por fin de los pantalones. Al notar mi mirada, Siger sonrió y se quitó el otro pantalón. Acariciando juguetonamente su erección, que reclamaba mi atención al sobresalir de su ropa interior, volvió a colocarse encima de mĆ. Cuando soltĆ© una risita, enseñó los dientes y me mordió en el cuello. Le apartĆ© la mejilla, y Ć©l se apartó obedientemente.
obedientemente, pero de repente sonrió feliz.
Ā«Precioso…Ā», dijo.
«¿Yo?»
«¿A quiĆ©n mĆ”s podrĆa llamar guapo?Ā»
«Oh, ja, ja.»
«¿Te ha hecho gracia? No bromeaba».
Acarició mis mejillas y me torturó presionando sus labios por toda mi cara, jugando a la provocación. Le di un golpe en el pecho para que parara, y sentà como si hubiera chocado contra un muro. Cuando fruncà el ceño, con la mano escocida, Siger soltó una risita y volvió a besarme. Intenté apartar la boca, pero él se aferró a mis labios con los dientes.
«”Ay!», le dije, mirÔndole fijamente.
Me dedicó una sonrisa adorable y no pude evitar reĆrme. Le cogĆ la cara con las manos y se la girĆ© de un lado a otro.
«Siempre he pensado que eras guapo», le dije, apartÔndole el pelo rizado que le colgaba de la frente.
«¿Te sentiste obligada a decir eso como respuesta?», dijo.
«Digamos que te devuelvo el favor».
Sus brillantes ojos amarillos eran sorprendentemente exóticos. Siguió mirÔndome mientras colocaba su mano bajo mi rodilla y me acariciaba lentamente la pierna.
«Lo digo en serio», le dije. «Y tu cuerpo es aún mÔs guapo».
Deslicé la mano por su cara hasta acariciarle el pecho. Siger arrugó ligeramente la frente mientras se concentraba en mis caricias, asimilÔndolas. Hice todo lo que pude para apretar los músculos que rodeaban sus costillas -su pecho era demasiado ancho para mi mano- y luego bajé la mano por sus abdominales firmes y ondulados. Seguà bajando con los dedos hasta llegar al vello justo por encima de su ropa interior, y luego levanté la vista para ver su reacción.
Permaneció inmóvil, mirÔndome con el ceño fruncido. Sin apartar los ojos de los suyos, bajé la mano hasta el exterior de su ropa interior y, casi de inmediato, soltó un gemido estrangulado y enterró la cara en mi cuello.
Atrapada entre sus brazos, envuelta en el calor que irradiaba su cuerpo, sentĆ que la sangre se me subĆa a la cabeza. Su respiración grave y entrecortada me hacĆa cosquillas en los oĆdos mientras lo acariciaba burlonamente. Sus gemidos no eran de placer, sino mĆ”s bien de contención mal reprimida, mientras me acercaba los labios al cuello de vez en cuando. NotĆ© que me tocaba la cintura con las manos, asĆ que levantĆ© ligeramente las caderas para Ć©l y enseguida me arrancó los pantalones de un tirón.
«¿Te ayudo también con el top?», me preguntó sonriendo, con la cara sonrojada y llena de deseo.
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