
Un hombre que pasaba corriendo nos vio al final del callejón y corrió frenéticamente hacia nosotros. Bajé mi mano de la mejilla de Siger.
«”Por favor, ayúdame!» gritó, tirando de mi ropa para que lo siguiera.
Ā«Acordamos no hablar durante el dĆa-Ā» comencĆ©.
«”Tenemos a otra persona desangrÔndose hasta morir! ”Necesitamos un médico!»
Ā«Ya veo…Ā»
Siger agarró mi muñeca y nuestros ojos se encontraron. Antes de que pudiera decir algo, le dije: «Sabes dónde debes estar ahora mismo. Esos niños son tu responsabilidad».
«Llamaré al médico después de atender a los niños», dijo finalmente Siger con cierta desgana.
«”No! ”T-no puedes irte! ”Nosotros, eh, todos tenemos que irnos ahora! ”Es una cuestión de vida o muerte!» exclamó el hombre. «”Solo date prisa! ”Por favor, date prisa!»
Ā«Entonces te darĆ© dinero para que vayas…Ā», comenzó Siger.
«”No, no! Ā”Este tiene que irse! Ā”EspecĆficamente preguntó por la mujer!Ā»
¿Quién pregunta?
Siger y yo volvimos a intercambiar miradas. Al mirar mĆ”s de cerca, pude ver que el hombre estaba empapado en sudor, sus ojos miraban a todas partes y no tenĆa heridas visibles, pero…
«¿Alguien morirÔ si no voy?» Yo pregunté.
El hombre asintió desesperadamente.
«¿PodrĆa ser mĆ”s de una persona?Ā»
Sus hombros se hundieron bajo el peso de mi pregunta, y no pudo mirarme a los ojos, aunque su agarre seguĆa siendo tan fuerte como siempre en mi ropa.
Ā«Esto…Ā» VolvĆ a mirar a Siger. Ā«Esto es una trampaĀ».
«Definitivamente», dijo, luciendo aliviado de que estuviera de acuerdo con él por una vez.
«”N-no, no lo es! Ā”Por favor, tienes que venir! Ā”Ellos… ellos necesitan tu ayuda! ĀæQuĆ© tal esto, eh? Ā”Por favor, te lo ruego!Ā» El hombre se puso de rodillas y comenzó
FrotƔndose las palmas de las manos, suplicando.
Ā«Me habĆa estado preguntando por quĆ© me dejó irĀ», reflexionĆ©. «¿Es esto una prueba?Ā»
«No te preocupes por eso», dijo Siger. «Eso no cambia el hecho de que esto es una trampa».
Ā«Por favor, sĆ”lvanos… por favor… si el niƱo muere… entonces yo tambiĆ©n mueroĀ», sollozó el hombre, con gruesas lĆ”grimas brotando de sus ojos. Ā«Dijiste que nos ayudarĆas. Nos contactaste primero, Āæy ahora quĆ©? ”¿Cómo puedes alejarte como si nada hubiera pasado?! Ā”No puedo creerlo! Ā”Eres un demonio!Ā»
Su voz se hizo mÔs y mÔs fuerte y, finalmente, comenzó a aullar. Lo miré sin decir palabra por un momento.
«Trae a los guardias», dije.
Ā«QuĆ©…?Ā»
Ā«Una vez que encuentres a los niƱos, ve directamente a los guardias. Y luego…Ā»
«¿EstÔs loco?» Siger dijo.
«”Uno de nosotros tiene que ganar tiempo mientras el otro busca a los guardias!Ā» RompĆ.
«”Este ni siquiera es tu problema!»
«”Por supuesto que es!»
«¿Qué puedes hacer de todos modos?» preguntó.
«Solo dices eso porque crees que la violencia es la única opción».
«”¿Pero de qué otra manera podemos ganar?!»
Ā«PodrĆamos ganar de esa manera, pero la gente morirÔ», dije. «¿No estabas escuchando? ĀæQuĆ© pasa si ya tienen a los niƱos? ĀæAĆŗn podrĆ”s ganar entonces? ĀæDe verdad crees que estĆ”s en una posición tan buena en este momento? No puedes ganar esto por tu cuenta. Ā»
AgarrƩ sus hombros.
Ā«EscĆŗchameĀ», le dije. Ā«Si realmente fueran a matarme, no habrĆan pasado por todo este problema. O ya han adivinado quiĆ©n soy… o solo quieren confirmarlo. Puedo ganarte suficiente tiempo. Yo’ Me asegurarĆ© de que puedas volver para entoncesĀ».
El hombre seguĆa sollozando de rodillas frente a mĆ cuando lo agarrĆ© por el cuello y tirĆ© de Ć©l hacia mĆ.
«Dime dónde estÔ», le ordené. «Te seguiré en silencio».
«”Su Excelencia! ”Tengo que decirle algo!»
La puerta se abrió. El ayudante de Ćclat se levantó de su escritorio junto a la puerta y gritó: «¿”QuĆ© crees que estĆ”s haciendo!? No debes venir aquĆ durante las horas de trabajo…Ā»
«”Pero tengo un informe urgente!»
Ā«EstĆ” bien, puedes hablarĀ», dijo Ćclat, dirigiĆ©ndose al sofĆ”.
«”Creo que me han pillado siguiéndolos, señor!»
«¿Qué?» Eclat dijo, dÔndose la vuelta en estado de shock antes de que pudiera tomar asiento en el sofÔ.
Ā«No habĆa habido ningĆŗn cambio en su patrón por un tiempo, y me volvĆ complaciente… Me preocupa que me hayan estado siguiendo por un tiempo porque en este momento las cosas se ven serias. De repente, ellosĀ» se dividieron en grupos y ahora estĆ”n huyendo. Yo… Ā”Creo que estĆ”n reubicando su cuartel general! Ā”Y pensĆ© que deberĆa saberlo, seƱor!Ā»
«¿Reubicarse? Ā”SeƱor, esta podrĆa ser nuestra oportunidad de atraparlos en el acto!Ā» gritó el ayudante, conmovido por la repentina energĆa en la habitación.
Pero lo primero que preguntó Eclat fue: «¿Hacia dónde crees que se dirigen todos los grupos divididos?».
Ā«La mayorĆa de ellos se estĆ”n yendo de la capital, pero algunos estĆ”n profundizando, invadiendo los barrios marginales. Al ver cómo el grupo de Hilakin estĆ” tratando de aclarar las cosas, no estĆ”bamos seguros de si debĆamos protegerlo como testigo o esperar para capturarlo. cuando tenga pruebas fĆsicas, por lo que decidimos esperar sus órdenesĀ».
Ā«SeƱor…Ā» dijo el ayudante, mirando a Eclat con repentina comprensión.
«¿QuĆ© pasa con la vigilancia en Hilakin?Ā» preguntó Ćclat.
«Todos nuestros recursos se han concentrado en el cuartel general desde que descubrimos lo que estaba pasando, señor».
«Reúne a todos los soldados que puedas, ahora mismo. Los dividiremos en dos. Encuentra personas que sean rÔpidas».
«”SĆ, seƱor!Ā»
Torneado para dirigirse a su ayudante, Eclat dijo: «Informaré a Su Majestad. Cree una lista de caballeros que puedan ser convocados de inmediato».
«”SĆ, Su Excelencia!Ā»
Ćclat recuperó la espada que habĆa dejado a un lado cuando comenzó a trabajar ese dĆa, luego salió corriendo y saltó sobre su caballo. TenĆa un sentimiento ominoso y sinceramente esperaba que sus peores temores no se hicieran realidad.
«”Sia! ”Vyn!» Siger llamó.
La casa estaba vacĆa y completamente saqueada. DespuĆ©s de recorrer cada centĆmetro de la casa, volvió a salir y se paró en el patio. Siguió frotĆ”ndose la cara, sintiĆ©ndose desconcertado y completamente impotente. Las calles estaban inquietantemente tranquilas, como si todos se hubieran ido del vecindario como una marea menguante.
«”Abuelo!Ā» gritó con repentina inspiración, corriendo hacia la casa del vecino de al lado, pero su casa tambiĆ©n estaba vacĆa. Si tan solo hubiera venido un poco antes… PodrĆa haberlos encontrado. Sintió que su estabilidad y cordura comenzaban a escurrirse.
«”Mierda!» Pisó fuerte con el pie, pero no hubo tiempo para que se enojara.
«Esos niños son tu responsabilidad».
Siger salió corriendo por la puerta.
El hombre me llevó a un terreno baldĆo a un lado del pueblo. La entrada estaba visiblemente custodiada por varios extraƱos de otras regiones. Al oĆr mis pasos, giraron la cabeza y me miraron con lascivia cuando pasĆ© junto a ellos y entrĆ© en el aparcamiento.
Ā«T-tĆŗ dijiste… que nos s-salvarĆas si la traĆa…Ā» tartamudeó mi guĆa, con los hombros visiblemente temblando. En un abrir y cerrar de ojos, el hombre fue agarrado por el cuello y arrastrado fuera del lote, mientras que un joven
niño, claramente suyo, le gritó.
Lo obligaron a arrodillarse en el suelo, con la hoja de un cuchillo en el cuello. De un vistazo, habĆa mĆ”s de cien personas arrodilladas como Ć©l; parecĆa que todo el pueblo habĆa sido arrastrado. Unos pocos rufianes se paseaban casualmente entre la multitud, blandiendo sus espadas amenazadoramente.
CaptĆ© la mirada de algunos de los aldeanos, los que habĆan decidido confiar en mĆ y seguirme. Pero no parecĆan contentos de verme en absoluto, solo me lanzaban miradas llenas de desesperación y terror. Algunos de ellos derramaban lĆ”grimas en silencio.
SentĆ que era mejor que no tuvieran expectativas de mĆ. TomĆ© varias respiraciones profundas, tratando de exudar calma hasta la punta de mis dedos. Al contrario de lo que esperaba, ninguno de los rufianes me obligó a nada. Aparentemente, estaban seguros de que podrĆan atraparme si intentaba escapar. Me dirigĆ lentamente hacia el centro del claro, y luego escuchĆ© una voz que me llamaba.
«Oh ho, ¿Qué es esto ahora? Parece un invitado inesperado».
Ante esas palabras, Hilakin, que estaba de pie justo fuera del grupo, se volvió para mirarme. Luego se hizo a un lado, revelando el rostro detrĆ”s de la voz. Lo habĆa visto antes.
«¿Entonces eres el patrocinador misterioso?» preguntó el hombre.
Ā«SĆ.Ā»
«No pareces desconcertado en absoluto. ¿Viniste aquà sabiendo que era una mentira?»
Ā«Preguntaste por mĆ. SerĆ” mejor que haya una buena razón para elloĀ».
«”Jajajaja!Ā» el hombre echó la cabeza hacia atrĆ”s con una carcajada. HabĆa un cigarrillo en su mano izquierda. «¿AsĆ que supongo que tambiĆ©n fuiste tĆŗ quien me hizo seguir?Ā»
¿Seguido? Lo miré sin responder.
Sus mejillas se hundieron huecamente mientras le daba una calada a su cigarrillo. Luego hizo que una joven aldeana se pusiera a cuatro patas para que él pudiera sentarse encima de ella, usÔndola como silla. Al darse cuenta de que estaba mirando a la mujer debajo de él, viendo sus brazos temblar incontrolablemente, me mostró una
sonrisa desagradable.
Este hombre… Lo conocĆ el dĆa que me escapĆ© del palacio para tomar las drogas. El hombre que habĆa vendido los esclavos de Velode el dĆa que Ćclat regresó a la capital, victorioso de la batalla.
El narcotraficante de Aden Franc.
HabĆa tenido vagas sospechas, pero era difĆcil creer que en realidad Ć©l era el jefe. Me sentĆ desinflado, mis dedos entumecidos, dĆ”ndome cuenta de que habĆa caĆdo en sus trucos.
«¿AsĆ que eso es todo lo que querĆas saber?Ā» Yo preguntĆ©.
Ā«Esa voz… suena familiarĀ», comentó el hombre, cruzando las piernas. Me preguntaba cómo Hilakin habĆa descubierto mi identidad; resultó que solo era posible porque este hombre habĆa estado detrĆ”s de Ć©l todo el tiempo.
«Estoy seguro de que no me llamaste hasta aquà solo para decir eso».
Si supiera que yo era la Princesa… entonces no serĆa capaz de matarme. ApartĆ© la cabeza, fingiendo aburrimiento, e hice un recuento rĆ”pido de los rufianes que me rodeaban. Incluso si Siger logró traer el
guardias, no serĆan suficientes para derribarlos a todos.
Ā«Hmm… ĀæQuĆ© te hace pensar eso?Ā» dijo el narcotraficante.
Ā«Porque todo serĆa tan… patĆ©tico. Esta pequeƱa escena que has presentado aquĆĀ», dije con una sonrisa burlona.
Mientras me reĆa de Ć©l, la sonrisa se desvaneció lentamente de su rostro. Era tan obvio que estaba tratando de impresionarme: la forma en que habĆa reunido a toda esta gente, los habĆa hecho arrodillarse en pequeƱas filas ordenadas y me guio al centro para que todos sus secuaces pudieran rodearme. De hecho, habrĆa sido bastante triste si no hubiera venido despuĆ©s de que me preparó todo esto.
«¿PatĆ©tico?Ā» dijo, riĆ©ndose para sĆ mismo. Ā«Cierto. Hmm… eso es cierto, de hecho. Pero, hmm… SĆ, de hecho. Correcto.Ā»
Asintió para sĆ mismo, murmurando un montón de palabras incomprensibles, y luego se puso de pie de un salto y pateó a la mujer debajo de Ć©l en el costado. Ella se cayó, sin tener la oportunidad de esquivar porque habĆa estado muy concentrada en tratar de sostenerlo sobre su espalda.
«¿Por quĆ© sigues temblando, eh?Ā» el hombre dijo. Ā«No puedo pensar por tu culpa. ĀæNo te dije que no te venderĆa como esclavo y que te tomarĆa como mi mascota en su lugar? ĀæQuĆ©, vas a ser tan desagradecido?Ā»
«”Mira aquĆ!Ā» Yo dije. El hombre rĆ”pidamente se dio la vuelta para mirarme. TratĆ© de hacer que pareciera que no tenĆa miedo de que los aldeanos resultaran heridos.
«Me sorprendes, lo sabes», comentó el hombre. «Justo ahora, estabas tratando de salvarla de ser golpeada, ¿no?»
Su expresión y tono eran tan molestos como la Ćŗltima vez. Era realmente difĆcil meterse con Ć©l cuando no tenĆa idea de lo que estaba pensando.
Ā«Vaya, debo tener razón. Eso no puede ser. ĀæDe verdad te pusiste asĆ?Ā» preguntó, girando su dedo en el aire alrededor de su sien, indicando que debo haberme vuelto loco. Lo mirĆ© fijamente, sin sonreĆr, tratando de averiguar quĆ© es exactamente lo que querĆa de mĆ. Ā«O si ese no es el caso, Āæentonces me equivoquĆ©?Ā»
Todo sucedió en un instante, en un instante, estaba justo en frente de mi cara. Levanté mi mano para proteger mi mÔscara, pero me arrancó parte antes de que pudiera detenerlo.
El hombre rio en silencio para sà mismo, enseñando los dientes.
Ā«Lo sabĆaĀ».
AtrÔs | Novelas | Menú | Siguiente |