
☆.。.†:*・゜☆.。†.:*・゜☆.
Perspectiva de León
Llevaba un gran libro en mi mano. La última vez que hablé con la Santa, tenÃa este libro lleno de ilustraciones de los lugares novedosos del continente que me parecÃan interesantes.
Hoy, iba a contarle de los lugares que no pude explicarle la última vez y a preguntarle si podÃa volver a ir a la ciudad fuera de la Santa Sede. Asà que entré en el estudio contento al ver que la Santa me recibÃa. Pero tan pronto como entré, me detuve. Era razonable que Latban estuviera dentro. Pero un hombre extraño con cabello largo pelirrojo se sentó en el sofá de manera arrogante y dijo:
«Este no es un hijo de puta del Templo».
No tuve más remedio que abrir la boca de par en par al escuchar las palabras de un hombre pelirrojo que me miraba fijamente. Mi puesto era el de PrÃncipe Heredero del Imperio, y aunque suelo actuar con cierta tranquilidad. En la Santa Sede, nadie hablaba imprudentemente frente a mà a pesar de que dije que todas las personas en el mundo eran iguales. Incluso los asesinos me hablaban con honorÃficos, ¿esto? Hijo de… hijo de… hijo de… hijo de…
En el momento en que estaba a punto de fruncir el ceño, endurecà mi expresión mientras miraba al hombre. De alguna manera, pensé que él era el hombre que dejó su rastro, la última vez que entré en la habitación de la Santa con Latban. Tuve que lidiar desesperadamente con la repentina oleada de irritación que estaba sintiendo . El desconocido se rio como si me estuviera ridiculizando.
La habitación se llenó de una energÃa penetrante hasta el punto en que tuve que recuperar el aliento por un momento. Solo por eso, pude ver que este extraño era muy fuerte. E instintivamente supe que nunca deberÃa acercarme a él.
«Qué estabas diciendo ahora…».
«¡Si sigues haciendo esto!»
Gritó la Santa antes de que yo pudiera terminar de hablar. Luego se hizo a mi lado y puso su mano sobre mi brazo y dijo:
«¡Conseguiré la ayuda del PrÃncipe León!»
Mientras la Santa exclamaba esto, Latban y el hombre se quedaron quietos y en silencio. Al ver esto, cerré mi boca.
No sé qué quiere la Santa de mÃ. Pero ahora instintivamente comprendà que dejarlos callados era equivalente a ganar.
☆.。.†:*・゜☆.。†.:*・゜☆.
Toc, Toc.
Miré hacia la puerta de la habitación y oà que llamaban a la puerta. El sol de la mañana brillaba intensamente, pero mis ojos miraban una escena diferente.
Una habitación llena de oscuridad. Cuatro golpes. Gritos de miedo.
«Santa, ¿podemos entrar?»
Pero a diferencia de lo que veÃa, me desperté rápidamente de esta ilusión, al escuchar las voces de los sacerdotes que esperaban afuera. En un instante, los alrededores encontraron su forma original. Y no quedo rastro de la escena anterior en la habitación limpia y ordenada.
Giré la cabeza y me miré al espejo. Lo que pude ver fue el cuerpo de Yvelina, que tenÃa un aspecto diferente al de sus recuerdos. Sin embargo, la expresión en el espejo era diferente a la de entonces. Esto era una cuestión de rutina. No sé de qué tiene miedo Yvelina. Pero me veo un poco un poco más cómoda después de los últimos dos dÃas de descanso.
«Entra.»
Tan pronto como me quité la ropa y respondà al sonido del exterior, entraron los sacerdotes con túnicas en sus manos. Mientras me atendÃan, recordé las cosas que habÃan sucedido durante los últimos dos dÃas.
Creo que de alguna manera de nuevo estoy en deuda con León…
***
Ese dÃa, cuando finalmente salieron de la habitación, León me susurró al oÃdo: «Por favor, siéntete libre de usarme para este propósito». ParecÃa muy emocionado al respecto, pero mi corazón se sentÃa pesado. Esto se debÃa a que recordé las expresiones de Latban y Aslan al salir de la habitación. La expresión de Latban cuando salió de la habitación se veÃa oscura al no obtener una respuesta.
Yo, la Santa, seduje a un Caballero del Templo. Pero al parecer Latban no se sintió ofendido por esto. Puede que incluso mis acciones lo confundieran, pero no sentà ningún desprecio u odio en la forma en su mirada. Y esa respuesta me confundió.
SabÃa que Latban ahora estaba enamorado de mÃ, pero me di cuenta de que la profundidad de su enamoramiento era mayor de lo que pensaba.
Lo mismo ocurrÃa con Aslan.
Él firmó un contrato conmigo. Para ser exactos, firmó un contrato con la Santa. Yo sabÃa mejor que nadie cuanto deseaba tener un bebé. ¿Acaso no siguió penetrándome incluso cuando estaba luchando?
De hecho, él venÃa a mà todo el tiempo y no tenÃa que mirar a otros humanos. Cuando estábamos en la cama, solÃa a hablar de cómo querÃa llevarme a la Isla de los Magos. Y cuando me alejaba de él, Aslan me besaba en el hombro y me decÃa: «No te preocupes por lo que acabo de decir».
Recordé la imagen de Aslan, antes de salir de la habitación. Él estaba a punto de matar a León. Y justo en ese momento sentà un dolor de cabeza, me quejé y fruncà el ceño. Entonces Aslan se me acercó y me preguntó:
«¿Soy el culpable de tu dolor?»
«…No puedo decir que no.»
Era verdad que Aslan contribuyó en gran medida a mi dolor de cabeza. Pero, él no tenÃa toda la culpa de que me encontrara mal. Además, mi expresión no podÃa mejorar mucho cuando pensaba en las situaciones embarazosas que sucedieron antes por culpa de Aslan.
Después de mirarme durante mucho tiempo, Aslan se dio la vuelta y salió de la habitación. Incluso Latban se sorprendió al verlo salir más fácilmente de lo esperado.
‘…¿Lo hizo porque estoy enferma?’
Él, que fingÃa no escucharme a pesar de que estaba luchando en la cama, ahora retrocedÃa tan fácilmente porque tengo dolor de cabeza. Me costaba imaginarlo. Pero no podrÃa haber otra razón que lo explicara.
León, que conducÃa a Latban y Aslan afuera para que yo pudiera descansar, me guiño un ojo antes de cerrar la puerta.
Después de que los tres se fueron, finalmente suspiré aliviada y me reà en vano.
Los tres eran los seres que más temÃa cuando llegué por primera vez a este mundo.
Ellos eran los que me perseguirÃan hasta la muerte algún dÃa. Estaba desesperada cuando decidà mejorar mi relación con ellos de alguna manera antes de que pasaran los dos años. Porque ya existÃa una relación retorcida o una relación sin ni siquiera un punto de contacto. Pero igual intenté ser su amiga de alguna manera. Y ahora las tres personas a las que tanto temÃa, me trataban bien y tienen sentimientos positivos hacia mÃ.
‘¿Esto es algo bueno?’
Me preguntaba si la situación de Yvelina en este mundo habÃa cambiado porque yo actuaba diferente a la del libro. El problema es que no sabÃa que habrÃa al final de este cambio de dirección.
‘No, tal vez nada haya cambiado’.
Lo que más temÃa era eso. Que esto fuera solo un pequeño giro, y que el final siguiera siendo el mismo.
Todo lo que querÃa dos años después, era la sensación de que no morirÃa.
En el desierto, donde no habÃa gota de agua, solo querÃa un balde de agua para que no muriera. Y de un momento a otro, un rÃo apareció frente a mà para mojarme los tobillos. Pero no podÃa simplemente saltar al rÃo con placer. Porque podrÃa ser que ese rÃo no me llegara hasta los tobillos, sino que la profundidad del rÃo fuera más allá de mi cintura, o de mi pecho, y me tragara por completo al dar un paso.
Pero, ¿puedo saltar de alegrÃa? Incluso por un rÃo que podrÃa volver a secarse algún dÃa.
***
Mientras tanto, las manos de la doncella, que me habÃa estado vistiendo con túnicas, se habÃan alejado. Mirándome al espejo, pude ver la túnica colorida que usé en la reunión anterior de nuevo sobre mi cuerpo.
Finalmente, todos los candidatos para la elección de Sumo Sacerdote se reunieron en el Salón. Asà que ahora comienza la larga reunión para elegir un comisionado suplente.
Por fin voy a ver personalmente al Sacerdote Carl.
Mientras me dirigÃa a la puerta, pensé en él. En lo que habÃa visto en la memoria de Yvelina. Un hombre que se veÃa impecable en cualquier lugar de sus recuerdos. Y por supuesto, todos confiaban en él y lo respetaban.
Además, ¿no fue lo que decÃan las enseñanzas más básicas del Templo? Sin embargo, en el momento en que me acordé del recuerdo de escuchar su voz sin verlo, se me puso la piel de gallina por todo el cuerpo.
El sonido húmedo que se escuchó junto con la voz de darle poder a los que no lo tenÃan como Representante de Dios. Y los gemidos de Yvelina. Pensé en una escena en mi cabeza, pero negué con la cabeza. Yvelina era una Santa. Nadie podÃa obligar a Yvelina a hacer algo. Si ella hacÃa algo, lo hacÃa porque querÃa.
Cuando abrà la puerta tocando mi brazo erizado, miré a mi alrededor por costumbre.
«Oh….»
Dejé escapar un breve suspiro porque me sentà arrepentida de no ver a nadie más a la vista que los nuevos sacerdotes.
¿Por qué pensé que habrÃa alguien más?
Latban, Aslan, León. ¿Por qué pensé que algunos de ellos me esperarÃa frente a la puerta de mi habitación? Primero quiero alejarlos y ahora quiero que estén aquÃ. Me reà de mà misma.
‘Esto es algo normal’.
Nuestra relación nunca estuvo destinada a ser y va a desaparecer algún dÃa. No deberÃa tener grandes expectativas.
‘¡Tengo que acostumbrarme’.
Recordé la existencia de Iris, que habÃa estado allà por un tiempo y la habÃa olvidado. Latban, Aslan y León son los que necesitan a la Santa. Asà que no se pueden quedar al lado de una falsa Santa.
Miré el lugar vacÃo una vez más y seguà adelante.
ok esto estuvo confuso, no dice mucho de como se encontraron los 3, les juro que no soy yo, no creo que omitiera ningún capÃtulo, creo, seguà todo el raw normal pero dice esto, mejor me duermo, bye.
Atras | Novelas | Menú | Siguiente |